Context | El 16 de febrero de 1815 varios hombres armados irrumpieron para robar en la casa de Eustaquio Hernández, labrador y vecino de Villabuena del Puente (Zamora). En ese momento él no se encontraba en la vivienda, de modo que fueron su mujer y los criados quienes sufrieron el violento allanamiento y pudieron informar a las autoridades de los hechos. De noche, con los moradores durmiendo, los asaltantes, algunos de los cuales llevaban ropajes militares, entraron en el domicilio y, tras maniatar a los sirvientes, amenazaron con un arma de fuego a Manuela Martín, esposa de Eustaquio Hernández, para que les entregase las joyas, el dinero y las viandas que sustrajeron. Más tarde, Francisco Santos recibió en la plaza de Santa Marina de Toro (Zamora) una carta cerrada de manos de una mujer desconocida con el encargo de entregarla a Eustaquio Hernández. El corregidor de Toro recopiló en los autos las declaraciones de los testigos e incluyó esta misiva anónima indicando que “aunque la carta no merece mucho crédito, conviene en todo evento averiguar quién es Ángel de Villar y el otro que ha ido a trabajar en casa de Vicente el Charro” (fol. 11v). Se procedió entonces a interrogar a Antonio Herrero, quien fue encarcelado y sometido a frecuentes preguntas en los meses siguientes. Finalmente, admitió haber dado cobijo al mencionado Ángel Villar y a un colaborador llamado Sebastián Ferrer. Sobre Ángel Villar se averiguó que había estado implicado en otros robos y que había sido procesado en Tordesillas (Valladolid), de donde se había fugado. En 1818 se sobreseyó la causa, aunque se contempló la posibilidad de reabrirla en caso de contar con nuevos indicios que llevaran a la detención del principal sospechoso. Por otro lado, se consideró que la prisión sufrida por Antonio Herrero constituía pena suficiente por su participación en los hechos. |