Pleito de 1710 del fiscal del rey contra Antonio Gallo y consortes sobre la fuga de siete presos de la cárcel de Valladolid. Antonio Gallo, alguacil de campo, fue acusado de varios delitos y estafas, así como de valerse de su cargo para realizar extorsiones y dejar libres a algunos detenidos. A raíz de este proceso se investigó a varios alguaciles, lo que motivó la apertura de otras dos causas: una contra Santiago Caballero por tratos ilícitos y otra contra Juan Pedro Flores por amancebamiento y por palabras injuriosas. En el conjunto del proceso, compuesto por estas piezas relacionadas, se conservaron 6 cartas, 4 relacionadas con el pleito contra Santiago Caballero (PS6245, PS6246, PS6247 y PS6250) y 2 con el pleito contra Juan Pedro Flores (PS6248 y PS6249).
Santiago Caballero, alguacil de campo, fue acusado de mantener tratos ilícitos en Haro (La Rioja) y en Valladolid con María Santos de Olalla, viuda y vecina de Haro, quien habría quedado embarazada. Santiago Caballero también fue acusado de haberle dado una bebida abortiva. Juan Pedro Flores, alguacil de campo, fue acusado de amancebamiento con varias mujeres (casadas y solteras), de ocasionar "ruidos y pendencias" y de haber expresado palabras injuriosas contra diferentes personas, entre ellas Santiago Caballero.
La carta aquí transcrita le fue confiscada a Santiago Caballero y se utilizó para demostrar la relación ilícita entre éste y María Santos de Olalla. Preguntada sobre el contenido de la misma, María Santos de Olalla explicó que la "zamorana" era una "moza de servicio" que vivía en casa con ella; que la "Conce" era una hija del estafetero de la villa de Haro; y que la "endemoniada" era una vecina de la villa de Haro. En su declaración, María Santos de Olalla alegó que no sabía leer ni escribir y que la carta la había escrito un muchacho llamado Miguel de Prado por orden de Magdalena de Zorrilla (amiga de María Santos de Olalla). También explicó que la finalidad de la misiva era burlarse de Santiago Caballero y que por eso estaba llena de disparates y mentiras, negando que hubiese una relación entre ambos. No obstante, se probó que mintió en su declaración, que la relación ilícita existía realmente y que ella había sido la autora mental de la carta. Para demostrarlo, se aportaron dos documentos más: una carta privada en la que María Santos de Olalla contaba a Magdalena de Zorrilla su declaración y le pedía que, llegado el caso, declarase lo mismo (PS6250); y una confesión firmada por Miguel de Prado en la que explicaba la relación sentimental entre María Santos de Olalla y Santiago Caballero. Por su interés para el contexto, se recoge a continuación la confesión de Miguel de Prado (pieza 4, fols. 4r-v):
«Aunque es verdad que he jurado, era pareciéndome que estaba obligado a guardar un secreto natural pensando que nadie lo sabía. Mas ahora veo que es público y notorio y lo he confesado con mi confesor, en que me ha dicho que declare todo cuanto supiere. Y vuelvo a decir en que es verdad que se correspondían Mari Santos de Ollala y Santiago Caballero, y le escribió infinitas cartas: él a ella y ella a él. Y no le bastaba con eso, sino que inviaba la criada que tenía en casa con dos cartas, que iba en compañía de Gallo. Y no bastó tampoco con aquélla, sino que también envió a Batista con otra carta. Y ella le decía que le fuera a cobrar un dinero y el hombre dijo que era mentira que no quisiera que se perdiera aquel invío, y que el hombre se volvió de meta del camino diciendo que no quería ir porque no le viniera mal. Y escribiendo la carta que está en los autos, verdad en que me hallé allí. Y en cuanto al gancho del remedio, no fui yo la que lo puse que fue ella. Y a mí pareciéndome que no era bueno aquello, me fui a una persona y le pregunté que para qué era aquel remedio y me dijo que era cosa de malparir y que diera cuenta porque no se malograse una alma. Y era por enjuicios de cartas que tenía ella y que me decía que le enviaba a decir a no tener esperanza de verla, que se muriera y que, si antes era de mala condición, que ahora de peor hasta ver unos ojos que tanto deseaba. Y ella decía que algún hechizo le había dejado para no poder ver a nadie sino a Santiago Caballero. Y eso me lo decía en veces y también me dijo que le había dejado para un guardapiés azul la tela y otra almilla de droguete que decía que tenía las listas verdes. Y también me dijo que le había pedido doscientos reales al secretario para dejarle y que no le quisieron dar blanca. Y también dijo que en Santo Domingo le había vuelto a pedir dos doblones para inviárselos [...]. Y todo esto lo pedía Santiago Caballero para dárselo a Mari Santos de Olalla. Y esto todo le contaba a Magdalena de Zorrilla. Y también me contó en que no gustaba en que hablara con el alcalde, sino todo con Santiago Caballero. Ahí habló en que entrara a servirlo a la mesa y me decía en que todos se iban a la cama y él no se quería ir y que se maginó algo la criada que tenía en casa. Y que yo le decía que se puede maginar si usted está libre y no más, como se iba a deshora a la casa Santiago Caballero. Y de eso podía hacer maginación y confiesa Magdalena de Zorrilla. Jura y declara en que todo esto se ha contado después que se ha ido el [...]. Y también podrán ustedes tomar declaración para que manifieste la verdad a Antonia de Ubago».