El autor lamenta el silencio de la destinataria, recriminándole su actitud y justificando el tono de sus palabras.
Mi âmada Pepa: haviendo recivido el tuyo, veò por
èl no respondes â lo que te pregunto ni tocas punto
de lo que deseo saber. Y para dar âdequada respuesta
no es necesario hazer profesion en las aràs de cupido
assi como para preguntar yo tampoco profeso sus leyes.
Para lo que yo decía me escriviesses era para si que-
rias que fuesse â tu casa estando determinado â darte
gusto. Mas ô menos estas eran mis palabras: estoy de
terminado â darte gusto y para mas exacto cumpli-
mto me privàre de ir à tu casa (siendo la cosa que
mas apetezco) con tal que tu me concedas venir de
quince â quince dias a casa. Las ôtras clausulas eran:
Y te pido mas y es que si te embio alguna cosa q
la recivas y yo executare lo mismo con lo que tu
me embies como lo verificàra la experiencia. Esto
era en substancia â lo que queria respondiesses con
que de estar determinado â darte gusto de pedir
viniesses de quince â quince dias de suplicar recivi-
esses lo q te embiasse y de no responder â nada de
estas cosas, que es decir? Que callas porque nada de
esto quieres. Pues ni gustas de que baya â tu casa
(no obstante mi determinación en darte gusto) ni tu ve
nir ni recivir ni que yo reciva. Pues àcabara
mos con ello. Yo te doy mil gracias y venero tu dicta-
men y mas por tu solida discreczion pues es maxima
discreta no responder â lo mismo que se âpeteze. Si
Dias hazèn me hubieras dado â entender lo mismo
dias hazen que hubieramos estado en paz
Solo no te ôvedecere en lo q me insinuas de que
no te encomiende â Dios. Que en esto no tienes aczion.