Pedro Nicanor González se lamenta irónicamente de las críticas que ha recibido y comparte con Manuel López la desesperación que le ha causado el asesinato de una mujer a manos de unos soldados.
Mis Reberendos hermanos en Cristo, salud, y
gracia. veo quanto mi carisimo el Padre Ma-
teo me dice sobre las ausencias que debo
a algunos de esos Hs y le agradezco la res
puesta qe le dio, sintiendo verdaderamente
la incomodidad qe por esto se toma. Si amigo
Villaverde, todo eso no me importa nada. Si
yo les oyera decir alguna cosa, que meti-
endo yo la mano en mi pecho conociera
qe tenian razon, me moria de pena,
pero no siendo asi, no me quita ni el sue-
ño, ni las ganas de comer mi batallon.
¿Quien diablos ha de venir a pedirme a
mi dinero? Ni de que? A nadie devo
un maravedi. Me creo deudor a mui
particulares favores qe me han hecho,
aunqe la maior parte han sido ade-
lantados por mi o por mi familia
acaso mayores. Si algun Portugues me
pagase 530 reales, otro 400 y otros otras
cantidades qe me deven hace algunos
años, habria vivido y viviria desde qe no
tengo casa, sin las privaciones que son
notorias; y si yo no huviera sido un Ca-
rajo toda mi vida, y ahora mas qe nun-
ca, me estaria, o siendo Señor de mi
casa, o en donde ni ahun oyese tanto dis-
parate. En fin, amigo mio, la obra no
seria grande si no costase tanto; yo he per-
dido mucho, y tengo mucho qe esperar
si no nos lleva el diablo, que es irme a
mi casa y hecharlos a todos a paseo, como
hacia antes, por consigte qe no envidien
el puesto. Como no me dices, y haces bien,